Informe de
Lectura
El informe de lectura es un texto escrito en prosa que
tiene como propósito fundamental suministrar una determinada información sobre
otro texto escrito y desplegar, de forma expositiva, análisis y síntesis
alrededor de él. En el medio académico por lo general el profesor es quien
solicita el informe. Se puede realizar a
partir de un texto completo o un fragmento, un libro o un corpus constituido
por un grupo de textos. En algunas
ocasiones es un recurso para explorar a partir de otros textos, no
necesariamente escritos (películas, conferencias, etc.).
La redacción del informe requiere realizar varias lecturas,
para efectos de reconocimiento del texto, identificación de terminología
desconocida y mapeo general del tema, así como la utilización de herramientas
que, como diccionarios (etimológicos, de uso, de dudas, de conjugaciones…),
serán ventajosos para ampliar el horizonte y profundizar la comprensión del
texto leído. Por esta razón, las pautas
para la redacción del informe son básicamente pautas de lectura.
La lectura tiene tres niveles. El primero es básicamente para la comprensión,
el segundo para el análisis y el tercero es netamente crítico. La lectura de primer nivel deben dar como
resultado insumos suficientes para la redacción de un resumen, un protocolo o
un informe.
El primer nivel de lectura, nivel literal, intratextual o comprensivo, tiene como finalidad
obtener una idea general del texto. Se
trata de una vista panorámica, en la cual no se le otorga al texto más sentido
que aquél que lleva explícito. Es un
nivel utilizado, principalmente, para la lectura de divertimento, de
pasatiempo, meramente informativa, casual, fugaz. Esto no significa que pueda descuidarse o que
no haya una sistematicidad para realizarla, sino, por el contrario, implica un
cuidado particular para poder alcanzar los fines propuestos, aunque dichos
fines no sean considerados demasiado profundos o trascendentales, pero la
lectura siempre es un proceso riguroso y serio, y las técnicas para realizarlo
nunca están de más. Como este es el
nivel básico de lectura, de él depende que los demás sean fructíferos.
Pueden rastrearse en el texto aspectos sobre su estructura
formal o sobre la interpretación y comprensión básicas de su contenido. Es decir:
-
Palabras,
autores, expresiones y contextos desconocidos:
En esa primera lectura, previa a
cualquier ejercicio académico, deben aclararse las expresiones y palabras
desconocidas o que generen duda o ambivalencia.
Se trata de subrayarlas en el texto y copiar en el margen el significado
para tenerlo presente, escribirlas en otro lugar con su significado o utilizar
una convención que permita al lector identificar su sentido en el texto. Hay quienes, por la práctica o por la buena
memoria, no requieren escribir el significado o lo infieren por la forma y
etimología de la palabra.
En algunos textos puede toparse
el lector con nombres desconocidos, ya sean de autores, de obras (de arte, literarias, etc.) o topónimos (nombres de lugares), que son óbice para
la comprensión del texto en su totalidad.
En estos casos, el texto mismo le hace un llamado al lector para que
busque estos referentes y, por lo menos, se haga una idea que le permita
abrirse paso firme por el resto del escrito.
Dejar estas dudas para resolverlas al final de esa primera lectura, la
entorpece y genera desidia y hastío frente a la misma, da la sensación de
cansancio, no se capta el sentido global y predispone al lector para
posteriores lecturas del mismo texto o de otros, pues queda la sensación de que
la lectura no aportó ningún conocimiento nuevo y, por ende, se perdió el
tiempo. Si esto se vuelve habitual,
entonces leer es perder el tiempo.
Una de las ganancias que se
adquiere en una lectura consiste precisamente en ampliar el horizonte de
significación, poner en uso palabras diferentes y nuevas para el lector, tener
referencia de otros lugares, poder identificar el diálogo del autor con otros y
reconocer en el “texto” un verdadero “tejido”,
un entramado que, si es abordado correctamente, se convierte en una aventura
deseable, si no, en una tarea onerosa, poco amable y fatigosa.
Esta primera lectura le indica
al lector, sin equívocos, de qué elementos precisa para su comprensión. Cuando se realiza una primera lectura y se
encuentra una palabra desconocida, es como si el texto dijera al oído del
lector que necesita un conocimiento previo, del que carece, sin el cual el
sentido del texto queda incompleto, y lo remite indiscutiblemente a la fuente;
mientras no sea saldado ese escollo, la lectura no puede considerarse
completa. Igual acontece si se hallan
referencias a contextos, autores o textos del mismo autor o de otros, que no se
conocen. Será necesario trazar una línea
de acción, como lector, para resolver esos lunares de ignorancia y poder
acceder de manera más precisa y con mayor confianza y propiedad a la lectura
del texto.
-
Título:
Este componente del texto, que
algunas veces está ausente, no siempre tiene relación directa con el tema del
mismo o con el contenido. Se trata de
una marca que el autor deja, con alguna intención, y que tiene como propósito
básico cautivar al lector para que acceda a la lectura. En algunas ocasiones este llamado de atención
sí tiene una relación directa con el cuerpo, principalmente en textos de tipo
científico, expositivo o académico. El
título suele ser corto y puede ser asignado antes o después de escrito el
texto; por esta misma razón puede darse el caso que, de entrada, el título dé
al lector una idea del texto, o puede acontecer que sea necesaria esa lectura
preliminar para encontrarle sentido al título, es decir, para poder establecer
la relación entre título y texto.
-
Tema:
La primera lectura que se hace
de un texto en ambientes académicos o con propósitos pedagógicos y didácticos,
es decir, en el ambiente escolar, tiene la función de dar una idea global de lo
que el texto trata. Empezando por el
título, el lector va construyendo en su mente una idea del tema, es decir,
clasifica la lectura en una ciencia o saber particular y define a qué elementos
de esa disciplina se refiere el texto.
Al momento de enunciar el tema,
de manera oral o por escrito, el lector encuentra la primera dificultad, pues
casi siempre se tiene la idea clara en la mente, pero expresarla se hace
complicado.
El tema no necesariamente debe
llevar un verbo conjugado, así que podría decirse que el tema de un texto es: “los animales esteparios”, o bien podría
ser: “los animales que viven en las
praderas”. En el primer caso no hay
un verbo conjugado y en el segundo sí (viven). Cualquiera de las dos formas de enunciar el
tema de un texto es correcta, pues el criterio está en que englobe todo el
sentido del texto y no en que afirme o niegue algo.
La identificación del tema sólo
se puede hacer después de leerse y entender el texto en su totalidad. Por eso se dijo que, antes de cualquier
ejercicio formal con un texto, es necesario haber realizado una lectura
previa. No obstante, algunas veces queda
la sensación de que se entendió bien todo el texto y, sin embargo, el tema no
se alcanza a definir con facilidad, pues hay muchos tópicos igualmente
importantes. Será necesario jerarquizarlos
y descubrir cuál es el más abarcador.
-
Párrafos:
Cada párrafo (unidad textual que
va de un punto aparte hasta otro punto aparte) cumple la función de distribuir
el texto de tal manera que la comprensión del tema sea mayor, pues cada párrafo
tiene una idea central, a excepción de los textos literarios y de los párrafos
de transición, cuyo fin, como conector, es enlazar dos párrafos con ideas
parcialmente distintas.
Para facilitar la identificación
de la idea central de cada párrafo éstos deben ser clasificados, al tiempo que
debe prestarse especial atención a los conectores y su función en el
texto. Esta clasificación responde al
contenido temático de cada párrafo individualmente considerado.
a.
De desarrollo de un concepto: son aquéllos que contienen,
como centro del mismo, definiciones, esclarecimiento de una palabra o de una
expresión. Marcan una línea teórica y se
pueden apoyar de ejemplificaciones. En
algunos casos el ejemplo, como es muy amplio, puede ocupar un párrafo independiente. La idea central estaría, no en el ejemplo,
sino en la explicación que lo sustenta.
b.
De causa – efecto: estos párrafos plantean una
realidad y, además, su(s) causa(s) o su(s) efecto(s), según el caso. Es necesario que tanto causa como efecto
estén contenidos en el mismo párrafo. Lo
indiferente, que depende del estilo del escritor, es que primero esté enunciado
el efecto o primero la causa. La idea
central debe buscarse en esta relación. (Cfr., Serafini, María. 1997).
c.
De comparación o contraste: estos párrafos asumen dos o
más elementos o realidades y las contrastan, ya sea en pos de semejanzas o de
diferencias. La idea central está
precisamente en ese contraste.
d.
De enumeración. Son los párrafos que hacen un listado de
elementos, ya sean explicados o no.
-
Ideas
centrales:
Cuando se pretende extractar la
idea central de un párrafo no debe hacerse al mismo tiempo que se lee, pues al
ritmo de la lectura puede parecer importante todo o carecer de importancia el
párrafo completo. Es imperativo hacer
dos lecturas, la primera para entender lo que el párrafo dice, y la segunda
para identificar, subrayar o extraer aquel apartado que contiene la idea central del párrafo. Cuando no se la puede encontrar literal o
explícita, el lector debe proceder a redactarla sin traicionar el sentido.
La idea central bien puede estar
al comienzo o al final del párrafo, en la mitad o distribuida a lo largo del
mismo. Encontrar la idea central es un
punto clave para la redacción del resumen y del informe.
Un informe de lectura parte, principalmente, de los
siguientes insumos, obtenidos de este nivel de lectura:
-
Ideas
centrales (una por cada párrafo)
-
Ideas
principales (unión de varias ideas
centrales)
-
Categorías
y conceptos (palabras claves)
-
Áreas
del conocimiento implicadas
-
Relación
entre el texto y el título
-
Coherencia
y cohesión
-
Progresión
temática
Estos rastreos dan al lector una idea global del texto,
tanto en su forma como en su contenido, sin perder de vista que es el autor del
texto quien habla, mientras la actitud del lector (redactor del informe o resumen) es de escucha. Se pronuncia únicamente para hacerle
preguntas al texto que permitan su mejor entendimiento.
A partir de una lectura de primer nivel, no se puede
pretender escribir un ensayo u otro tipo de texto crítico o argumentativo, pues
este nivel de lectura no aporta elementos analíticos y críticos para tal
ejercicio de escritura.
Poner por escrito las ideas centrales y parafrasearlas,
unidas por conectores adecuados, sin modificar ni sacrificar el contenido del
texto, es lo que denominamos informe de lectura.
El informe no es un resumen ni debe reproducir literalmente
el texto, pero sí dar cuenta de éste. Su
papel fundamental dentro de la academia es ampliar conocimientos, recoger
información y estructurar el pensamiento.
Sirve de preparación para abordar tipologías más complejas como el
ensayo, la relatoría, la monografía o la tesis.
La estructura básica del informe es: introducción o
presentación, desarrollo de las ideas del texto y conclusión.
BIBLIOGRAFÍA
Cano,
J. (2008). Informe de lectura. La Bibliofarmacia. En : Lengua
y Cultura 2. Tipologías textuales
aplicadas. Medellín, UPB. p. 51-62.
LARROSA, Jorge. (1998).
La experiencia de la lectura.
Estudios sobre literatura y formación.
Barcelona: Alertes.
NOGUEIRA,
Silvia y otros. (2005). Manual de lectura y escritura universitarias.
Buenos Aires: Biblos.
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